Los Pacers ganaron la batalla de los peones contra el Thunder en Finales NBA 4271k

La diferencia está siempre en los detalles. El deporte es como la vida: es un juego de centímetros. No se trata del talento. Muchas personas lo tienen. No alcanza con eso. Un día llegan las distracciones. Las excusas. Los atajos. El Juego 3 de las Finales NBA enseña que el éxito se trata siempre de la actitud. De la perseverancia. Del coraje, incluso ante las tempestades más aterradoras, como ese rival de lujo llamado Oklahoma City Thunder.

El margen de error es mínimo. El balón está ahí, sobre el parquet, y la diferencia entre ganar o perder estará en la repentización para lanzarse de cabeza. ¿Quién lo hará primero? ¿Quién está dispuesto a sacrificarse por esa posesión? Tensar los cuádriceps. Pelear cada defensa como la última. Una, otra, y otra más. Convencerse de que se puede, incluso en las peleas más desiguales. A la adversidad no se le gana solo con el cerebro.

Se necesita del corazón.

Rick Carlisle edificó un equipo con todas las letras. El alma de Indiana Pacers está en la sinergia de partes. En la suma de voluntades. Porque Tyrese Haliburton es la cabeza de la serpiente y Paskal Siakam, la navaja multifunción que se adapta a cada necesidad, pero hoy no ganó por ellos. O, mejor dicho, no ganó solo por ellos. La clave, la diferencia de centímetros, llegó desde el banco. No fueron los reyes, los caballos ni los alfiles: Indiana ganó, ante los ojos de un eufórico Reggie Miller apostado en primera fila, la batalla de los peones.

La gran actuación de los suplentes de los Pacers en el Juego 3 14245x

T.J. McConnell tuvo un ingreso fascinante en el juego y cambió la energía de su equipo. En ataque y en defensa, porque llegó a cinco robos de balón. Myles Turner tuvo un partido flojo en ofensiva, pero sus cinco tapas fueron clave. Andrew Nembhard y Andre Nesmith fueron fantásticos también sin pelota. Y Bennedict Mathurin, por supuesto, hizo un juego maravilloso en ambos costados: él solo derrotó 27-18 al banco de OKC. Eso en ataque, pero también fue fundamental en defensa: le anotaron solo 1-5 TC como defensor primario.

Dicho esto, quedarse con uno solo es ser injusto: el banco de los Pacers derrotó al del Thunder 49-18. Fue una hoja más en la enciclopedia que alguna vez soñaron los grandes maestros: he aquí, con ustedes, el básquetbol del bien común. Nadie es mejor que todos juntos.

Nembhard fue una estampilla para Shai Gilgeous-Alexander. El canadiense llegó a 24 puntos, pero con 9-20 en tiros de campo y con un dato preocupante: perdió seis pelotas. No fue el único: Oklahoma City tuvo 19 y fue el segundo partido con más pérdidas de equipo en toda la temporada, detrás de las 20 que cedió ante New Orleans Pelicans el pasado 7 de diciembre. Entendámoslo así: fue culpable pero también víctima, porque este infierno ofensivo se gestó en gran parte por la mancomunión de los jugadores de los Pacers.

Esta rotación profunda made in Carlisle le permitió a Indiana brillar en su clímax de preferencia: el final de los partidos. El último cuarto lo ganó 32-18 con una energía superadora. Es, sin dudas, un equipo que navega muy bien en las aguas más peligrosas. La justificación, por supuesto, está en los números: está 9-1 esta temporada en el clutch.

A diferencia del segundo partido, a OKC le costó controlar a Haliburton. Lo que pasó es que al aparecer sus compañeros, Hali pudo crear con más facilidad desde el dribbling: hizo 22 puntos, pero más importantes fueron sus 11 asistencias. De sus pases, los Pacers anotaron 25 puntos con 11-19 en tiros de campo.

No sorprendo a nadie al decir que el Thunder tiene más talento que los Pacers. La radiografía de la temporada así lo revela. Nadie debería enojarse con eso. Esto deja claro que los Pacers, que ya saben lo que fue caerse en postemporada en años anteriores, que ya pagaron el precio de la inexperiencia, aprendieron que cuando las oportunidades se presentan, hay que tomarlas. Que no alcanza con quererlo: hay que hacerlo. Y en ese juego de detalles, en esa gesta deportiva que se define por tan poco, ganan siempre los que se esfuerzan más. Los que llegan antes. Los que se quedan una hora extra.

La estadística fría dice que los equipos que ganaron el tercer partido de una serie de Finales igualada 1-1 ganaron el campeonato el 80% de las veces (33-8).

Los Pacers volaron bajo el radar durante todos los Playoffs. No los vieron venir. En silencio, golpearon la roca. Cada mañana, cada tarde, cada noche. El básquetbol, como la vida, es un juego de centímetros.

¿Qué es la integridad? Hacer lo que se debe cuando nadie mira.

La estrategia, queridos amigos, empieza en el cerebro. Y la diferencia, la distancia en la última recta, se saca con el corazón.