A Javier Aguirre le urge encontrar el eslabón perdido del actual futbolista mexicano: intensidad 2mb3g
LOS ÁNGELES -- Que ni la derrota ante Suiza levante la marea, y que ni la victoria ante Turquía la amaine. A 365 días, un año, de que arranque la Copa del Mundo 2026, Javier Aguirre sigue teniendo apenas un bosquejo de la Selección Mexicana. Contrastes, pues: ante Suiza parecía un garabato y ante Turquía parece un bosquejo.
Javier Aguirre ya ó el 911. Le urge encontrar el eslabón perdido del actual futbolista mexicano: intensidad. Se le puede buscar también a sus hermanos de sangre: compromiso, devoción, disciplina.
El Vasco le pone descripción a un nombre propio. Como si lo necesitara. “Que entiendan que juegan con la camiseta de la Selección Nacional y que el Mundial es en casa, no hay palabras para describir eso”.
Sí, todo se reduce al eslabón perdido: intensidad. Lloriqueó por ello Gerardo Martino durante su gestión, aún en los momentos de autosabotaje. Por eso fue a suplicarle, a urgirle a Guillermo Almada los secretos de su alquimia con Pachuca. “Me preguntó cómo generamos esa intensidad, ese ritmo, ese tipo de juego, presión alta que le gusta, pero hereda muchos jugadores que no la hacen y por eso no la puede hacer (con la Selección Mexicana)”, reveló Almada al programa Futbol Total de Ecuador.
Almada le mostró su evangelio, pero al Tata no le alcanzaron las neuronas para entenderlo o para transmitirlo. Un momento sin intensidad de Héctor Herrera ante Argentina, y Lionel Messi firmó el acta de defunción del Tri.
Intensidad, devoción, compromiso, disciplina. Tampoco encontró todo eso Juan Carlos Osorio en Rusia 2018. Tras la orgía emocional por vencer a la peor Alemania de la historia, las Divas Rubias encabezadas por Javier Hernández arruinaron lentamente el proceso. En Octavos de Final, ante Brasil el vestidor ya estaba roto y los espíritus muertos. “Están listos para jugar el partido de sus vidas (ante Brasil)”, preguntó Osorio, y el ominoso silencio se apoderó de los supuestos líderes: Rafa Márquez, Andrés Guardado y Guillermo Ochoa. ¿Chicharito? Se acicalaba su platino tupé ante el espejo de su ego y de su íntimo omnipresente Diego Dreyfuss.
En cada conferencia de prensa, Javier Aguirre desemboca en esa reflexión, con matices a veces de lamento y a veces de fe. “Que entiendan que juegan con la camiseta de su Selección Nacional”.
Lo cierto es que si el Mundial, ese que arranca en 365 días, arrancara hoy, Javier tendría muchos espantapájaros en el vestidor y muchas camisetas sin dueño en el almacén.
¿Basta la intensidad? Por supuesto que no. Debe agregársele futbol. Pero una reflexión casi dogmática de Johan Cruyff lo sintetiza: “El estilo del Barcelona sólo funciona cuando se juega a máxima intensidad. Es fantástico cuando se realiza al 100 por ciento”.
Eusebio Sacristán (ex Celta, Real Sociedad y Girona) explicaba a El País sobre sus diferentes momentos como asistente en el Barcelona (2003-2008): “Nosotros necesitamos una intensidad máxima para hacer nuestro juego: presión, ritmo alto, velocidad de balón... Cuando perdemos intensidad, perdemos”.
Es decir, sin intensidad, disciplina, compromiso y devoción, la mejor estrategia del mundo, es un jeroglífico en una pizarra, y un montón de fichas incoherentes sobre un tablero. Sin todos esos valores, el mejor estratega se convierte en un pasmarote titulado en el fácil arte de la imbecilidad.
Ahora aterrice eso en el escenario tercermundista de la Selección Mexicana.
Javier Aguirre debe tener muy presente aquella expresión del expsicólogo de Pumas y el Tri, Octavio Rivas (QEPD): “’Pérate, son mexicanos, están programados al revés”. Porque el Vasco fue uno de ellos, es uno con ellos y es uno entre ellos.
En su conferencia de prensa previa al partido ante Turquía citó el ejemplo de la convocatoria final de Bora Milutinovic para el Mundial de 1986. Sí, ni estaban todos los que eran, ni eran todos los que estaban. Imagínese que por orden de Guillermo Cañedo, a pesar de ser el líder del América, Alfredo Tena quedó fuera de ese torneo, por una disidencia en la marca de los zapatos. El dinero, desde entonces, ya era primero para la FMF.
Y Aguirre enfatiza que Bora eligió “la fortaleza mental”, apegándose a una expresión de Sir Alex Ferguson: “Quédate con el jugador que busque la gloria (deportiva), antes que la fama y el dinero”.
Un gol de Orbelín Pineda fue suficiente para que la Selección Mexicana cerrara con triunfo su preparación para la Copa Oro 2025.
Estos dos partidos ante Suiza y Turquía, el trámite de la Copa Oro, y los amistosos que vengan después, incluyendo a Japón y Corea del Sur, le servirán al Vasco para depurar una lista que ya de por sí, es bastante anémica, y que se volverá casi anoréxica conforme se acerque ese Mundial 2026, del que hoy estamos a 365 días.
En una explicación de lo ocurrido ante Suiza, Javier Aguirre dio a entender que a cada gol que recibían, sentía que algunos en su equipo claudicaban, desertaban emocionalmente. Un acto de rendición anticipado.
Él, el Vasco, lector ávido, seguramente entiende –y se preocupa—porque es un síntoma heredado en el mexicano, de acuerdo a testamentos de Octavio Paz, Samuel Ramos y José Vasconcelos. Y, según ellos, “es el impacto de la conquista, la colonización, el mestizaje, el despojo, y un historial de guerras perdidas, al grado que se sublima al épico 5 de Mayo en Puebla. Es necesario ¡mitificar! a Los Niños Héroes de Chapultepec, como para querer empatar el marcador en los tiempos extras de otra historia. Ya en penales, la verdad se conoce hasta nuestros días”.
Para cerrar, una delicia de frase, por eso la rescato. El escritor catalán Manuel Vázquez Montalbán sentenció que “el baloncesto español necesita héroes con carne de cromo coleccionable”. De esos mismos necesita esta Selección Nacional de Javier Aguirre.
Y si no los tiene, hay que bruñirlos.